Se fue para siempre un hincha fiel del Real Madrid

Por Juan Martín Sánchez Gómez
Dos de las cosas que más amaba Mateo en la vida —además de Dios y su familia— eran sus tres perros, sus tres gatos y su equipo del alma: el Real Madrid. Su camiseta blanca era casi una segunda piel, símbolo de las alegrías que encontraba en los goles y en los triunfos del club de sus sueños.

Tenía apenas once años, pero en su corta vida dejó una huella imborrable. Era un niño lleno de energía, de amor y de ternura. De esos que logran contagiar con una sonrisa hasta en los días más grises. Por esas vueltas del destino, o tal vez por designios que solo el cielo comprende, Mateo emprendió su viaje eterno, dejando un vacío profundo en el corazón de quienes lo conocieron.
“Fui a llevarlo al cementerio, pero regresé sin él… solo me queda la alegría que reflejaba y recordarlo como un gran regalo de Dios para mi vida”, contó su mamá, Katrina, entre lágrimas, con la serenidad que solo una madre fuerte puede tener ante la adversidad. Está convencida de que su historia no quedará impune y que servirá de lección para muchos.
Este miércoles, Karina compartió una nueva foto que muestra el amor incondicional que acompañó siempre a su hijo: sus perros. “Los tres, empezando por Princesa, se tomaron la puerta de la casa cuando sacamos el ataúd para iniciar el viaje hacia el cementerio”, relató. Parecía como si entendieran que su pequeño amigo se marchaba, y no querían dejarlo ir.
Mateo se fue, pero su luz sigue viva. En cada ladrido de sus perros, en los maullidos de sus gatos, en la memoria de su familia y, quién sabe, quizás también en el brillo blanco de una camiseta del Real Madrid ondeando en el cielo.
Porque hay amores que no se apagan, y Mateo —el niño que amaba a Dios, a su familia, a sus animales y al Real Madrid— es prueba de ello.
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