Estoy de acuerdo con el cierre de varias EPS en Colombia

Las quejas de la ciudadanía respecto al trato que reciben por parte de varias EPS en Colombia —y especialmente en Cartagena— dejaron hace mucho tiempo de ser un simple comentario aislado: hoy son una realidad que crece como espuma.
Estoy de acuerdo con el cierre definitivo de algunas EPS. No tanto por los problemas económicos que alegan tener —un argumento que considero poco sustentado—, sino porque su capital humano, tanto administrativo como médico, no está a la altura de la responsabilidad que implica prestar un buen servicio de salud. A muchos, cuando llegan a esos cargos, se les olvida que tratan con seres humanos, no con números ni con animales.
El caso más reciente ocurrió este sábado con una usuaria de Salud Total, quien acudió a una cita prioritaria tras pasar más de 24 horas con tos, dolor en el pecho, fiebre y otros malestares. Como siempre, el copago se recibió con rapidez y satisfacción; luego, la inevitable espera para que el médico llamara al paciente. En esta ocasión, por fortuna, la sala no estaba llena.
La usuaria fue atendida por una joven médica. No tengo nada en contra de los profesionales recién egresados —mi propio hijo terminó Medicina hace un año—, pero considero que la juventud y la falta de experiencia deben ir acompañadas de disposición para escuchar, aprender y aplicar con compromiso lo que la práctica diaria enseña.
Durante la consulta, la paciente relató sus síntomas mientras la médica miraba fijamente la pantalla del computador, limitándose a tomar notas. El diálogo fue mínimo. La receta: un inhalador de salbutamol y otro medicamento. Consulta terminada.
No soy médico, pero lo mínimo que debió hacer era auscultar los pulmones, medir la presión arterial y, con base en ello, dar un dictamen. Esa distancia en el trato, esa frialdad en la atención, no corresponde a un servicio que, además, es pago.
Por eso insisto: médicos, tanto veteranos como recién graduados, deben reflexionar sobre la manera en la que están atendiendo a sus pacientes. Aquí no se trata de favores, sino de un servicio esencial que debe prestarse con profesionalismo y humanidad.
Hace unos días visité El Guardián, en Santa Rosa de Lima, un centro veterinario, y me llevé una grata impresión del trato hacia los animales. Y me atrevo a decirlo: si en las EPS atendieran a los usuarios como allí atienden a las mascotas, estaríamos viviendo en el paraíso.
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